Otro de los palos integrados en el grupo de las cantiñas son las romeras y su origen se sitúa a mediados del XIX, posiblemente dentro del ambiente de los cafés cantantes que comenzaban por aquella época a florecer en gran parte de la geografía andaluza. Al no tener letras relacionadas con el mar y lo gaditano, Fernando Quiñones cree que pueden no ser gaditanas como las demás cantiñas. Se atribuye a Romero El Tito la creación de este cante como adaptación de un romance llamado «El Torrijos» aunque no falta quien lo atribuya a la legendaria cantaora La Romera. Otro cultivador importante de la romera fue el cantaor Macaca, a finales del siglo XIX, cuya versión estuvo revalorizada por Antonio El Chaqueta. Como ocurre con la mayoría de los géneros flamencos, es muy difícil determinar a quién pertenece la autoría de las romeras, y parece probable que este género se formara a partir de tonadas dispersas, cristalizando en el cante de algunos de los cantaores antes citados. Así se fue formando el repertorio de las tonadas romeras y definiéndose los rasgos estilísticos que hoy caracterizan a las romeras como género flamenco.
Algunos de los elementos fundamentales de las romeras, que las diferencian del resto de las cantiñas, son el tiempo rápido en el que se ejecutan, la utilización del ayeo como temple de la voz, el «taratatran» alargado y convertido en tercio de salida y el melisma que se realiza sobre la última vocal del primer verso. En el cante por romeras se suelen realizar largos floreos vocales. Tiene varias tonadas propias entre las que destaca la copla que dice: «Romera, ay mi romera / no me cantes mas cantares / si te cojo junto al hierro / no te salva ni tu mare», añadiendo el juguetillo: «Por Dios te pio / que no te alabes / que te he querio» El mirabrás utiliza, como el resto de las cantiñas, el compás de una soleá ligera, siendo característica de la rítmica de las romeras el hecho de marcar con insistencia el pulso del compás. Destacan en las romeras la tendencia a ligar los tercios y entrecortar las palabras y el ritmo general del acompañamiento. La tonalidad de la guitarra puede ser tanto mi mayor (por arriba) como la mayor (por el medio). Se canta la romera sobre una copla de cuarteo versos octosílabos, casi siempre con rima asonante en los pares. Son cantiñas muy propias para bailar, debido en gran manera al ritmo ligado de sus versos y es bailada indistintamente por hombres y por mujeres.