El amplísimo repertorio de romances que se conservan en España, trasmitido en su mayor parte de forma oral, de padres a hijos, ha evolucionado considerablemente desde sus orígenes medievales, llegando a nuestros días, en unos casos con formas muy distintas a las versiones originales y, en otros muchos, con cierto espíritu de conservación y con un perfil, en apariencia, arcaico. Las tonadas de romance, es decir, las melodías sobre las que se cantan los romances, son adaptadas según la zona, como demuestra el hecho de que podamos encontrar el mismo romance con muy distintas melodías. Los andaluces conservaron una parte nada desdeñable de aquel repertorio y con el nacimiento del arte flamenco los romances sirvieron de eficaz soporte literario a las primeras versiones flamencas, a cargo principalmente de los gitanos de la baja Andalucía. El romance flamenco se conoce también como corridos, corridas, carretillas o deciduras y ha adoptado en algunos casos, dentro de la estética flamenca, la guitarra como instrumento acompañante. Romances como el de Gerineldo, el Conde Sol o Bernardo del Carpio figuran como los más cultivados por los cantaores flamencos. El romance se interpreta “a palo seco” (sin acompañamiento de la guitarra) o bien sobre un ritmo de soleá bailable acompañado de guitarra, tal y como se hace en algunas alboreás. A su vez no podemos dejar de mencionar las nanas flamencas como género receptor de un buen número de romances, así como el polo llamado Tóbalo. El antecedente morisco parece tener, en opinión de los estudiosos, una notable importancia a la hora de averiguar la fuente de las versiones flamencas. Por otra parte es opinión generalizada que de los romances del repertorio flamenco derivaron las tonás, consideradas por muchos como los géneros básicos del cante. Lo más probable es que de la música de antiguos romances andaluces se haya disuelto en las tonás, martinetes y seguiriyas, hecho que enfatiza la importancia que ha tenido el romancero para el nacimiento de gran parte del llamado cante jondo.
Me gusta, me gustó desde niño el cante, la poesía, el baile y la guitarra flamencos. Nunca pude aprender a bailarlo porque mis aptitudes artísticas no eran para el baile. No aprendí a cantarlo porque nunca encontré en mi país, Perú, y en mi ciudad, Lima, quien me enseñara. Los maestros de canto se empeñaban en hacerme cantante lírico (tenia tesitura de tenor). Cuando ,¡por fin! afincó en Lima una cantaora que enseñó a algunos, yo ya era actor y mi voz, como consecuencia de los distintos personajes que interpretaba, sobre todo en radionovelas, había perdido la flexibilidad que se debe tener para, creo yo, el cante flamenco. No obstante, cuando recito poesía flamenca–a la manera de los rapsodas de antes–suelto mis jipíos y no lo hago mal, según dicen. Encontrar en internet este blog, programa, link o como se llame, es para mí un regalo de mi «Socio» (como yo llamo a Dios porque todo lo hago con EL) porque me solazo escuchando a los grandes maestros y maestras del cante, aprendo los distintos cantes o ritmos–si se les quiere llamar así–.Gracias a todos los que han creado este espacio, a los que lo manejan y a todos los que a él llegan. ¡Ah,! , olvidé decir en su momento que la maestra a que me he referido era miembro de la familia AMAYA, para mi la familia más flamenca del mundo.
Bienvenido Enrique. Nos alegra mucho tener seguidores al otro lado del charco interesados en nuestras publicaciones. Muchas gracias por visitarnos, esperamos tenerte más por aquí.