Frente al polo, que es un estilo vigoroso que se suele interpretar derrochando fuerza, la caña es un cante duro, recio, largo, que suena la liturgia, melancólico, repleto de melismas, que se remata con un macho de diferente métrica y más empuje, a veces una soleá. De difícil ejecución, requiere cualidades físicas excepcionales en el cantaor. No utiliza el jipío como elemento expresivo, por lo que se mantiene en todos sus tercios retador y gallardo. La caña comienza con un ay valiente, al que sigue un primer paseíllo de ayes, mientras que en el polo se entra cantando directamente la copla.
Actualmente son muy pocos los cantaores que incluyen la caña o el polo en sus recitales y discos. La caña que se suele cantar habitualmente es la popularizada por don Antonio Chacón, en la que sobresalen Rafael Romero, Enrique Morente, Fosforito y Alfredo Arrebola. Es un cante con copla de cuatro versos octosílabos, en los que riman el segundo y el cuarto.